Guaimaral, era hijo del cacique Mara, que habitaban en las orillas del Lago de Coquivacoa, hoy en dìa Maracaibo, era un joven apuesto, que recorrio las costa de San Francisco hasta el Sur del Lago, un hombre guerrero y valiente pero la tristeza invadía su corazón, ya que no tenia a una mujer a su lado, un dìa fue a ver al gran sabio de la tribu y le dijo que su corazón apenas latía a causa de la tristeza y si no encontraba alegría, moriría pronto.
De esta manera, este joven indio habló con su progenitor: “Padre mi corazón sigue triste no se que me pasa, por mucho que busco no encuentro la alegría, voy a buscarla donde quiera que se encuentre”. Así que preparo provisiones los puso en su canoa y partió, se internó en la boca del Catatumbo, subía y subía hacia Colombia, llegó a las tierras del cacique Cúcuta, que lo recibió con gran regocijo, por ser hijo del famoso y valiente Mara, Guaimaral se enamoró de una de las hijas del cacique Cúcuta, se casó con ella, su corazón latía mejor, pero no del todo, allá en el fondo de su alma aún habitaba la tristeza que lo hacía pasar largas horas en las orillas del río, o irse en su canoa al amanecer y llegar en la tardecita.
A los pocos meses de casados su esposa enfermó y murió, la poca alegría de Guaimaral llegò a su fìn, y se enfermó, volvió a la melancolía, su corazón apenas se sentía. El joven guerrero más triste que nunca volvió a montar en su canoa y a pesar de la insistencia del cacique Cúcuta en que se quedara el se marchó hacia las montañas esta vez, era como si una mano invisible lo guiara y una fuerza lo animara.
Remontó el río, cayó en otro, estaba perdido, desorientado, hasta que llegó a las tierras indígenas del Norte de Santander, existían muchas comunidades, una en especial llamada Cíneras, quienes siempre tuvieron conflicto con los Guanes, de Santander.
El cacique Cimera que vivía con su hija Zulia una joven de gran belleza y fuerte carácter, la cual envió en misión de paz a tierras de los Guanes. Estando allí, apareció por estas tierras un español, Diego de Montes y arrasó con la comunidad cinera y al indefenso cacique lo ahorcó colgándolo de un árbol de caracolí.
La india Zulia al regresar a sus tierras, una vez de cumplida su misión de paz, se encontró con un reducto de indígenas Cáchiras que huían despavoridos de los españoles y narraròn los hechos sucedidos en aquella aldea. Ella, que no se atrevía a creerlo, porque en su mente no cabía que el ser humano fuera tan perverso, se disfrazó de vasallo, llegó hasta muy cerca de su casa y pudo observar con sus propios ojos que efectivamente su padre colgaba de un árbol de caracolí.
Cuando De sus bellos ojos brotaron lágrimas de indignación, de su pecho salió un grito de dolor y de sus labios salió un llamado a todos los indígenas de los alrededores. A este llamado acudieron, Guanes, Cáchiras, Chitareros, Cotecos y Cúcutas, con estos ùltimo acudió un indígena llamado Guaymaral, hijo del cacique Mará que habitaba el lago de Coquivacoa.
De esta manera, este joven indio habló con su progenitor: “Padre mi corazón sigue triste no se que me pasa, por mucho que busco no encuentro la alegría, voy a buscarla donde quiera que se encuentre”. Así que preparo provisiones los puso en su canoa y partió, se internó en la boca del Catatumbo, subía y subía hacia Colombia, llegó a las tierras del cacique Cúcuta, que lo recibió con gran regocijo, por ser hijo del famoso y valiente Mara, Guaimaral se enamoró de una de las hijas del cacique Cúcuta, se casó con ella, su corazón latía mejor, pero no del todo, allá en el fondo de su alma aún habitaba la tristeza que lo hacía pasar largas horas en las orillas del río, o irse en su canoa al amanecer y llegar en la tardecita.
A los pocos meses de casados su esposa enfermó y murió, la poca alegría de Guaimaral llegò a su fìn, y se enfermó, volvió a la melancolía, su corazón apenas se sentía. El joven guerrero más triste que nunca volvió a montar en su canoa y a pesar de la insistencia del cacique Cúcuta en que se quedara el se marchó hacia las montañas esta vez, era como si una mano invisible lo guiara y una fuerza lo animara.
Remontó el río, cayó en otro, estaba perdido, desorientado, hasta que llegó a las tierras indígenas del Norte de Santander, existían muchas comunidades, una en especial llamada Cíneras, quienes siempre tuvieron conflicto con los Guanes, de Santander.
El cacique Cimera que vivía con su hija Zulia una joven de gran belleza y fuerte carácter, la cual envió en misión de paz a tierras de los Guanes. Estando allí, apareció por estas tierras un español, Diego de Montes y arrasó con la comunidad cinera y al indefenso cacique lo ahorcó colgándolo de un árbol de caracolí.
La india Zulia al regresar a sus tierras, una vez de cumplida su misión de paz, se encontró con un reducto de indígenas Cáchiras que huían despavoridos de los españoles y narraròn los hechos sucedidos en aquella aldea. Ella, que no se atrevía a creerlo, porque en su mente no cabía que el ser humano fuera tan perverso, se disfrazó de vasallo, llegó hasta muy cerca de su casa y pudo observar con sus propios ojos que efectivamente su padre colgaba de un árbol de caracolí.
Cuando De sus bellos ojos brotaron lágrimas de indignación, de su pecho salió un grito de dolor y de sus labios salió un llamado a todos los indígenas de los alrededores. A este llamado acudieron, Guanes, Cáchiras, Chitareros, Cotecos y Cúcutas, con estos ùltimo acudió un indígena llamado Guaymaral, hijo del cacique Mará que habitaba el lago de Coquivacoa.
Más de dos mil indígenas acudieron al llamado de Zulia, en la actual Pamplona, y armaron dos columnas: mil al mando de la hermosa princesa y mil al mando de Guaymaral, marcharon sobre el campamento español que se encontraba ubicado en el sitio actual de Arboledas y Diego de Montes no supo en qué momento pagó con su vida todas las maldades y robos que le había hecho a los indígenas.
Despues de unos dìas, establecieròn su residencia al lado del torrentoso río Sulasquillo y ivieron felices por varios años hasta que llegó otro español, Diego de Parada y los tomó al descuido arrasando con todo lo que encontraba a su paso.
De acuerdo a la historia de algunos pobladores, quienes contaron que vieron a Zulia morir a caballo, incitando a sus guerreros a la lucha y Guaymaral herido, huyó buscando la protección de su padre y prometió que todo lo que tocara se llamaría como su gran amor, Zulia.
Es así cuando mal herido atraviesa el torrentoso río Sulasquilla (Hoy conocido como rìo zulia), y al llegar al pueblo donde lo viò nacer y una vez cuando toma posesión de sus tierras a la muerte de su padre, la llama Zulia en recuerdo a su gran amor.
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